Nos acercamos al cierre de un año que ha sido difícil para toda la comunidad universitaria, y creemos necesario abrir un espacio de diálogo honesto sobre la situación que atravesamos y sobre lo que se proyecta para el 2026. Sabemos que cada unx de ustedes sostiene un enorme esfuerzo para estudiar en un contexto social complejo; y como docentes queremos compartir también el esfuerzo que hemos realizado durante estos dos años para que las clases, los proyectos y la vida académica pudieran sostenerse.
Durante el 2024 y el 2025 la universidad pública vivió una política de ajuste y desfinanciamiento sin precedentes: por su magnitud, por su duración y por su impacto directo en las condiciones de enseñanza y aprendizaje. Este proceso golpeó de lleno a nuestros salarios y a los presupuestos de funcionamiento, investigación, extensión y becas. Como resultado, la tarea docente se volvió cada vez más difícil de sostener, no sólo por el deterioro material que atravesamos, sino también por la incertidumbre permanente que se instaló sobre el futuro de la educación pública.
Es importante señalar que la responsabilidad principal de esta situación recae en el Gobierno nacional, que según la Ley de Educación Superior es quien debe garantizar el financiamiento adecuado y sostenido de las universidades públicas. Sin embargo, lejos de hacerlo, ha profundizado el recorte presupuestario y se ha negado sistemáticamente a convocar a la paritaria docente, cerrando los canales de diálogo indispensables para alcanzar acuerdos salariales y laborales justos.
A pesar de ello, durante estos dos años sostuvimos las clases, redoblamos instancias de acompañamiento, mantuvimos espacios de consulta, preparamos prácticas, proyectos y evaluaciones —muchas veces poniendo recursos personales— para garantizar que ustedes pudieran continuar con sus estudios. Lo hicimos porque creemos profundamente en la universidad pública y en el derecho de todxs a acceder a una educación superior democrática, inclusiva y de calidad.
También es fundamental reconocer que todo lo que construyó históricamente la universidad pública —su acceso irrestricto, su carácter gratuito, su producción científica, su tradición crítica, su democratización del conocimiento— no fue nunca un regalo de los gobiernos, sino una conquista de generaciones de docentes, no docentes, estudiantes e investigadores que lucharon para que este derecho exista. Esa memoria de lucha forma parte de nuestra identidad y de nuestra fuerza.
Hoy, sin embargo, nos encontramos en un punto límite. Sin salarios dignos y sin una actualización real del presupuesto universitario, se vuelve muy difícil garantizar que 2026 pueda comenzar en condiciones adecuadas. Esta no es una advertencia ni una amenaza: es un llamado a comprender que la universidad que defendemos entre todxs necesita recursos para existir, y que la situación actual ya casi no permite seguir sosteniéndola.
Sabemos que estas discusiones no deben darse sólo entre docentes, sino en diálogo con ustedes. En momentos críticos, la comunidad universitaria siempre encontró fuerza en la conversación franca, en la organización y en la búsqueda colectiva de soluciones. Por eso queremos invitarlxs a conversar: en las aulas, en los pasillos, en las comisiones, en todos los espacios donde podamos pensar juntxs qué universidad queremos y qué necesitamos para que siga siendo un derecho accesible para el conjunto del pueblo.
El 2026 nos interpela con desafíos enormes. La aplicación de la Ley de Financiamiento Universitario, la recomposición de los fondos para ciencia y tecnología, y la restitución de salarios docentes que permitan vivir y enseñar con dignidad son condiciones indispensables para que la universidad pública continúe cumpliendo su misión social.
Somos conscientes de que ustedes también atraviesan dificultades. Justamente por eso creemos que es necesario sostener y defender la universidad pública como espacio de igualdad, de movilidad social, de producción de conocimiento y de convivencia democrática. Nada de eso es posible sin inversión, sin políticas que garanticen estabilidad y sin respeto por el trabajo académico.
Y también sabemos que para enfrentar lo que viene no alcanza sólo con resistir. El 2026 nos exige recuperar la tradición de organización conjunta del movimiento docente-estudiantil, repensar nuevas formas de participación y volver a construir un proyecto universitario basado en la solidaridad, la defensa del conocimiento y el compromiso con el pueblo.
Queremos que sepan que no buscamos trasladarles angustias, sino compartir una realidad que nos afecta a todxs. Y, sobre todo, queremos invitarlxs a construir un 2026 distinto, en el que la comunidad universitaria pueda volver a proyectar, crecer y aprender en mejores condiciones.
Con afecto, compromiso y esperanza,
Lxs docentes

